On The Go

Cuando salgamos nos vamos a encontrar en medio de las piedras rojas que sirven de losa en este camino angosto. Nos iremos de la mano y cantaremos esa canción que tanto te gusta. Llegaremos cerca de los campos de girasoles donde siempre habías soñado noches menos tristes. Allí caminaras entre semillas y pétalos gigantes que no solo mirarán hacia el sol en reverencia, esta vez las flores querrán ser el mismo sol y tú estarás en medio de ellos cuando eso ocurra. Yo te miraré desde la orilla entre las hojas verdes y brillantes retratando tu locura con mis ojos, y mis manos tomarán una foto que más tarde la revelarán sobre la arena de las playas blancas y negras a donde iremos.

En nuestro camino conoceremos a los incorruptibles de la vida, esos que de verdad saben vivirla y ellos nos sentarán a su lado y nos contarán historias que te harán alucinar con la nostalgia y la melancolía de lo que nunca has hecho, pero luego beberás su té y más calmada podrás recordar quién fuiste cuando ninguno de los dos estaba. Más adelante, en el camino, veremos cómo se transforma el trigo y la hierba y cómo su fusión nos incita a ver las montañas levantarse de repente y salir volando como águilas hacia otra parte del mundo.

Tú irás a mi lado y yo cuidaré el camino para que nuestros pasos no dejen huella ni impresión en él. Así él nos recibirá con agrado cada vez que volvamos. Nuestro viaje no será un viaje de ida y tampoco de regreso. Será un viaje construido únicamente para los dos, un viaje sin retorno y donde la llegada es su propio principio pero estaremos listos y en el borde del mundo nos detendremos y acamparemos en él.

Beberemos vino como locos y la cerveza de países más adultos que el nuestro. Y cuando nos coja la noche dormiremos juntos entre el abrigo y el confort de los extraños.

No temeremos nada porque no hay nada que temer. Si del cansancio se nos caen las piernas nos beberemos la sangre activa y caliente que quede en ellas y luego la sembraremos junto a un árbol de 200 años para que pueda salir corriendo cuando quiera con nuestros pies y luego, cuando él se canse de correr y regrese, nos sentaremos a su sombra y en el frescor de una mañana muy azul, moveremos nuestros brazos tan fuerte, como colibríes, que saldremos volando y seguiremos viajando más allá de esa soledad infinita, como siempre, haciéndonos compañía.

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por A.M. BRIGANTI

brigam@gmail.com