Me & room service...

At your age, a fuck’s not worth
The chance of catching ‘flu.

-Roger McGough


La primera vez que tuve una sensación tan fuerte, recuerdo, estaba tirado en la sala de mi departamento. Era una tarde cualquiera. Yo aún tenía puesto el uniforme del colegio: camiseta blanca con el escudo sobre el bolsillo, en el pecho; líneas azul oscuro bordeando el cuello junto a otras de mugre y sudor más solemnes; pantalón azul turquí y las medias oscuras que ocultaban la suciedad de caminar arrastrando los pies por todo el piso de la casa. Era una tarde fresca, esa. La brisa del mar golpeaba fuerte en las ventanas trayendo de a poco el sonido de las olas del mar oculto detrás de las murallas. El calor que recuerdo, nacía en mí. Las baldosas lisas, rectangulares y color terracota atrapaban el frío de los aires acondicionados del piso de abajo, donde funcionaba la oficina de un banco. Sus máquinas y aparatos financieros enloquecían a mi madre con sus ruidos mecánicos todo el día. Yo, me revolvía en el piso en absoluta complicidad.

Para recordar esos momentos me he creado un espacio en la periferia de mis pensamientos y rencores ordinarios. Un ático al que acudo, sólo de vez en cuando, y cuya entrada es secreta. Una vez allí, pongo el proyector Super8 (un regalo de mi imaginación anacrónica) y me veo pasar en cuadros, uno tras otro; deslavados los colores; en nostálgicas distorsiones; con el rostro limpio y todo en él es deseo. El film pasa, con todo su sufrimiento, y sin embargo, yo no puedo hacer más que sonreír.

Epistemología I

Es un contrasentido

no puede llover y no llover

estar en un lugar y no estarlo

a la vez

Pero contigo

es todo

llover y no llover

estar y no estar

al mismo tiempo

todo es

tu presencia y su ausencia

y si entonces no estás

es porque estás presente

todo es no pasar mientras está pasando

todo contigo es falacia

contradicción

todo en tu amor es contingencia.

Polillas en tus bolsillos

Sentados en la mesa. Elsa corrige informes que imprimió sobre papel rosa. Millán, toma café americano en una taza enorme, a pesar de que es media noche. La cafeína ya no le hace efecto.

Millán: Eso fue lo que me dijo un psicoanalista una vez. […] que sin darme cuenta, estoy enamorado de mí mismo; que estoy buscándome a mí mismo. Estoy buscando que alguien (es decir, yo) venga y me salve.

Elsa: ¡Pero que te salve de qué?, por dios.

Millán: Pues del aburrimiento… ¿vale? ¿De qué más va a ser?

por A.M. BRIGANTI

brigam@gmail.com