Ruido


En esta casa todo suena
todo hace ruido
si uno se concentra en uno
no tardará en escuchar otro ruido más
sutil
oculto tras el primero
así y así así un ruido detrás de otro
se van desvelando
uno tras otro
hasta no dejarte dormir
Luego en la profundidad de un ruido enésimo
el caminar de las cucarachas
se hace perceptible
Y así así hasta que el suspiro de una pulga
mata el letargo difícilmente
ganado
En esta casa todo hace ruido
todo habla imparablemente
indetenidamente
inacabable
todo habla
Aquí todo hace ruido
excepto yo.

  
«[The exchange of letters is equivalent to] la comunión de los solitarios [in that] todos los que viven cierta vida interior, espiritual, se entienden entre sí, sin verse, ni oirse, ni conocerse».

IX

me hice un café petróleo
así como me gusta
aunque lo bauticé un poco
sigue fuerte
muy fuerte
así como quiero
que tú sepas
que me gustas.

Sangría

Me siento a hacer un retrato. De mí mismo sería. Y veo una foto enfrente. Es tan familiar que podría retratarla con lentejas en un plato, a ojos cerrados. En la foto se ve un hombre, joven. El pelo negro y húmedo. Peinado hacia atrás apenas con los dedos. El pelo no muy corto, no muy largo. Parece desnudo. Al menos tiene cara de estar desnudo. Yo también hago esa cara cuando estoy desnudo. Los ojos cerrados como queriendo aspirarse algo y una expresión tan familiar. De lo familiar, justamente. Quiere aspirarse los pechos de la mujer que lo sostiene. El cuello también. Y por qué no, su carcajada y el blanco de sus dientes. El joven tiene un tatuaje en el brazo derecho. Pero se corta el cuadrado y no deja ver más. Me miro los brazos y los míos están enteros. Vuelvo a ver al hombre, al joven con la espalda al aire. Yo me pregunto si él lleva mi nombre. Y dudo un momento. A veces no recuerdo cuántas veces me abandoné en un momento preciso. Me da pereza recordar las cosas con claridad. De niño mis sueños eran tan vívidos que la realidad y lo onírico se confundían con una facilidad esquizofrénica.

Entonces me siento a seguir el retrato. Y pienso en el pasado y descubro un espacio vacío de datos imbéciles. No son tan interesantes como el color de la foto que tengo en frente. Como la críptica carcajada que se come varias letras amarillas. Para qué enumerar defectos y virtudes como lunares en el cuerpo. Mejor sería contar una aventura de supermercado, perdido entre las góndolas de productos para el hogar justo en frente de la zona de vinos. Es que estoy en el “chino”. Allí todo cobra una surrealidad tan particular. Pero ya con los años he aprendido a sorprenderme con economía. Como con los hábitos. Está todo en los hábitos. Como con los productos o los vinos, algunos más económicos que otros. Eso se lo debo a varios años de meter los pies en aguas orientales. Me dejaron con el alma más aguda… o más aguada. Depende.

Entonces vuelvo a la foto de enfrente. Y la veo y me vuelvo a preguntar si el de la foto es el mismo que lleva mi nombre. Pero nada que ver. Estoy viendo la carátula de un disco de Tom Waits. Entonces salgo a la calle y pasan cuatro señoras, tetonas como la de la portada del disco. Me pregunto si pedirles que se saquen una foto conmigo en blanco y negro les molestaría. El blanco y negro seguro las halagaría mucho pero dudo que acepten tenerme con la espalda al aire, huesuda, sobre ellas, mientras dispara el flash y yo hago cara de estar desnudo y pretendo aspirarlas todas. O quizás eso no las moleste en absoluto. Uno nunca sabe y los tiempos cambian. Pero sería genial. Mandarle las fotos por correo a Waits con una nota. Mejor mandarle la foto como postal. Y en el reverso hacerle una simple pregunta o una simple demanda. De esas que sólo podrían tener sentido para quien me conoce de verdad. Sería algo así como “Soy yo, ¿no es cierto?”, escrito de mi puño y letra. Con el trazo angular, semicorrido y de inclinación variable. Como yo, como los puntos blancos, negros y grises del papel. Como la ropa. Como todo. Es un problema de imágenes y de su economía.

Una frontera

de luz sobre tu espalda tostada
el olor a nueces perfumadas
a vino
a canela de la buena
sobre la cama horneada
anclada al mapa
al recorrido caduco
y el rio infinito
todos frenteados tirados
la isla mojada de felpa
junto a espigas sus campos
junto a doradas sus piernas
la mirada cazada
en nuestras huellas
en placer la verdad
y nuestra estética
un manifiesto melanco y cabrón
todo línea
todo color
cobre barniz y sudor aerosol
ISO 50 y las risas bañistas
pecas color Seurat
en la axila abierta
el sabor a sol.

Me & room service...

At your age, a fuck’s not worth
The chance of catching ‘flu.

-Roger McGough


La primera vez que tuve una sensación tan fuerte, recuerdo, estaba tirado en la sala de mi departamento. Era una tarde cualquiera. Yo aún tenía puesto el uniforme del colegio: camiseta blanca con el escudo sobre el bolsillo, en el pecho; líneas azul oscuro bordeando el cuello junto a otras de mugre y sudor más solemnes; pantalón azul turquí y las medias oscuras que ocultaban la suciedad de caminar arrastrando los pies por todo el piso de la casa. Era una tarde fresca, esa. La brisa del mar golpeaba fuerte en las ventanas trayendo de a poco el sonido de las olas del mar oculto detrás de las murallas. El calor que recuerdo, nacía en mí. Las baldosas lisas, rectangulares y color terracota atrapaban el frío de los aires acondicionados del piso de abajo, donde funcionaba la oficina de un banco. Sus máquinas y aparatos financieros enloquecían a mi madre con sus ruidos mecánicos todo el día. Yo, me revolvía en el piso en absoluta complicidad.

Para recordar esos momentos me he creado un espacio en la periferia de mis pensamientos y rencores ordinarios. Un ático al que acudo, sólo de vez en cuando, y cuya entrada es secreta. Una vez allí, pongo el proyector Super8 (un regalo de mi imaginación anacrónica) y me veo pasar en cuadros, uno tras otro; deslavados los colores; en nostálgicas distorsiones; con el rostro limpio y todo en él es deseo. El film pasa, con todo su sufrimiento, y sin embargo, yo no puedo hacer más que sonreír.

Epistemología I

Es un contrasentido

no puede llover y no llover

estar en un lugar y no estarlo

a la vez

Pero contigo

es todo

llover y no llover

estar y no estar

al mismo tiempo

todo es

tu presencia y su ausencia

y si entonces no estás

es porque estás presente

todo es no pasar mientras está pasando

todo contigo es falacia

contradicción

todo en tu amor es contingencia.

Polillas en tus bolsillos

Sentados en la mesa. Elsa corrige informes que imprimió sobre papel rosa. Millán, toma café americano en una taza enorme, a pesar de que es media noche. La cafeína ya no le hace efecto.

Millán: Eso fue lo que me dijo un psicoanalista una vez. […] que sin darme cuenta, estoy enamorado de mí mismo; que estoy buscándome a mí mismo. Estoy buscando que alguien (es decir, yo) venga y me salve.

Elsa: ¡Pero que te salve de qué?, por dios.

Millán: Pues del aburrimiento… ¿vale? ¿De qué más va a ser?

por A.M. BRIGANTI

brigam@gmail.com