Blanc

Últimamente me ha costado trabajo definir bien de qué color son los días. Generalmente cada día trae un color consigo, por ejemplo, los domingos en la mañana son siempre balncos como inertes, como una pared fría de cal; los sábados en la noche son rojos o violeta, pero generalmente rojos, más bien carmesí; los martes son un rojo intenso y los jueves son verdes y los viernes amarillos. Sin embargo, a pesar que cada día ya viene impregnado con un color própio e intransferible es la densidad del día y el humor que se dilata en el aire lo que lo hace un día vivo, muerto, justo, plano, inerte o simplemente mundano. Estos días los colores parecen diáfanos, poco fuertes, débiles como si la fuente de su cromatismo se desvaneciera, como si algo bloqueara la luz. Pero entonces, ¿cuál es esa fuente? pues mis ojos, son la ventana a través de la cual todo cobra vida, y si la vida parece desvanecerse es que en mis ojos algo anda mal. Esta era mi idea. Tal vez los había descuidado. Pero luego recordé esos días en el colegio cuando en clases de arte el profesor nos enseñaba el misterio inherente de la iridisencia. Un círculo dividido en los colores primario era puesto para que girara rápidamente. Lo que vimos todos en ese momento fue como prender una luz en el cerebro, realmente sentí, por primera vez en mucho tiempo, que estaba aprendiendo algo. En el momento que el disco empezó a girar los colores desaparecieron, se perdieron todos en blanco, se mezclaron y se anularon, se unieron y juntos eran un sólo disco blanco, como la luz. Todo esto me lleva a pensar que el que los días estén perdiendo su viva coloración es debido, tal vez, a que sus colores se están mezclando rápidamente frente a mí y mis ojos ya no los pueden captar. Toda va muy rápido, los días se mezclan en uno sólo, mis ojos no pueden suspender su irisación y la incertidumbre lo invade todo.

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por A.M. BRIGANTI

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