
"Vino tinto", "Cuando bajés a los viñedos...".
En la plaza los ruidos se hacen pesados y folclórico movimiento humano toma lugar frente a nosotros y de pronto es tan calmante tanta bulla, tanto caos y tanto calor. Mateo pide que le preste mi mano. Yo sólo espero verla pasar. Es su rumbo, y a pesar de que vive muy lejos de la espuma y el azul, su hogar está en medio de las grandes masas de piedra. Ella escogió ése lugar como suyo. Así mismo todos los que, como ella, habían salido del polvo por la gracia franca y por el poder de sus movimientos, por sus torciones artísticas y poco comunes en este lado plano del país. Sólo la vi una vez en escena. Sólo una vez la vi estirar sus músculos para todos con una grave expresión de poder. Cuando su pierna alcanzó la vertical de su columna algo parecido a un espasmo golpeó mi estómago. Fue el mismo espasmo que me impidió besarla -claro que el sabor en mi boca del vino que no se contuvo en mi estómago hizo su parte-, ése... que cuando ella buscaba mi boca con la suya, empujó mi frente contra el suelo. Tal contracción violenta de mi estómago me seguiría a todas partes mientras la seguí a ella.
Mateo insiste en fotografiar mis manos y yo las guardo con recelo. Ella no ha pasado aún y mi interés empieza a cansarse. Chris toma más vino y no para de reír. "¡Le vin est bon, c'est bon!". Mateo no para de hablar y la brisa se refuerza hasta hacernos parar a buscar más que beber.
At that point something's gotta give. I wanted her, he wanted me. It's gettin' cold, "I'm goin' home".