Una mañana cualquiera Fede estaba tirado en su cama, soñando despierto con un viaje a las Baleares.
Estaba viajando y sus ojos estaban inyectados de sangre.
Dos tomates gigantes de una pulpa verde que imitaba al mar.
Una laguna rodeada de raíces de sangre.
Una mañana, tirado en su cama, preparaba el viaje, un descenso de emergencia, pero sin riesgos.
Un tren de aterrizaje dormido, que no había usado en mucho tiempo.
Esa mañana Fede soñó con las Baleares y programó un viaje sin programa para partir de inmediato.
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