Untitled

Jules sale debajo de las sábanas para sentarse en el borde de la cama. Se pone los jeans que encuantra en el piso.

- "¿A dónde vas?"
- "A ningún lado"


Se queda un rato allí, sentado, viendo a través de la ventana y en medio de la oscuridad. En silencio, Jane lo mira desde entre las sábanas. Ella observa su espalda y su pelo y se pregunta qué estará pensando o qué mira con tanto detenimiento que lo deja como suspendido, como inmóvil. De repente, una punzada en su estómago y voltea su cara hacia el otro lado de la cama desde donde sólo puede adivinar el contorno de una puerta. Allí se queda, colgada. Esa punzada fue la misma que sintió Jules al momento de abrir los ojos.

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Adam conoció a B* hace unos años cuando él era aún muy joven y B* ya no tanto. B* había bajado hace mucho desde una península arenosa, perseguida por haber matado a un hombre. Ella no apretó el gatillo, pero se aseguró friamente que otro lo hiciera por ella. Nadie pareció sorprenderse cuando aquello sucedió. "Lo merecía". Realmente nadie pensó en perseguirla o castigarla... Para muchos era lo justo.

B* bajó de una península arenosa huyendo de sí misma por haber matado a un hombre.

Cuando B* se fue de casa, el ahora occiso la acogió en la suya. El le cedió un cuarto, un baño y una cama, la que preferiría a la suya y de la cual no saldría ninguna noche hasta que ella recogió sus cosas y volvió a huir.

B* tenía un gusto poco común por el lado sórdido de las cosas. Un humor elegante pero muy negro desconcertaba a sus oyentes mientras se reían a carcajadas sin entender por qué.
B* buscaba a Adam y Adam esperaba por B*. El esperaba intrigado cada vez que B* ponía un arma en sus manos y cada vez que le dejaba ver una pequeña fracción del complicado mundo que regía en su memoria. A pesar de la gravedad y la densidad del aire que salían de sus pulmones B* tenía luz... una luz primitiva y fuerte. Una luz capaz de quemar y herir, capaz de las más grandes cosas, movida por odio o amor, la luz era su motor, el combustible que lo calcinaba todo y hacia girar todo desde ella y a su alrededor.

El cuerpo fue encontrado en medio de un matorral algo hinchado y con moscas volando freneticamente hacia y sobre sus heridas, dejadas por múltiples disparos. Un camino de hormigas rojas y brillantes se movía con gracia saliendo de su boca y, algunas otras, de su nariz.

Adam se alejó hasta perderla de vista. Adam temió quemarse en ella. El ya estaba muy lejos para diferenciar su cuerpo hinchado y herido en medio de tanta maleza.


Ausstoß


"So many fish there in the sea".

En una esquina llena de gente nos detienen tres. Ellas quieren entrar, nosotros también. Se acercan con confianza y preguntan por lo que vamos a hacer. Somos cuatro pero sólo cuentan tres. Ellas no quieren entrar con nosotros. Ellas quieren hacernos entrar "¡Va a estar brutal!". En medio de la gente puedo diferenciar algunos rostros, algunas caras dignas de esperar un rato más. Animales esperando dónde atacar. Animales esperando entrar en el otro animal que los tragará sin masticarlos y los arrojará al frío cuando ya estén adormecidos y antes que los termine de digerir. Entre la gente, las manos, expresiones animadas y sus ojos nos dan la esperanza de algo. "¡Solas! Hay muchas solas". Tenemos que entrar pero nadie pareció acertar en el día. Ninguno esperaba llegar más allá de la puerta, de la parada obligada de la esquina. Cruzamos la calle y segumos sin voltear.


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Ella esperaba en el taxi. En sus ojos no quedaba más. Vestida de negro y el pelo rubio. No era lo mismo pero yo había venido desde las montañas sólo para dar los pasos que faltaban.
Cuando llegamos al bar, mis amigos y una membrana azul oscuro nos recibieron con agrado. Ella quería todo pero no estaba segura que debía esperar. Por eso puso su mano en la mía y esperaba a que la tomara con fuerza. Ella estaba en silencio, trataba de decir algo amable de vez en cuando y se quedaba esperando que llenaran nuevamente la copa y procurarse otro trago. Ellos podían esperar más de lo que veían. Ellos no sabían y yo tampoco.

Todos poco preparados. Todos esperando. En la sala de al lado una cortina de humo se hacía cada vez más densa. "Tú has cambiado. Tú pareces olvidar un poco el pasado y ahora vuelves. Nada ha pasado".

Tú dices que no hay tiempo. Tú callas: No pasará. De haberlo dicho con tiempo no te habría dañado tanto, no habría tratado de undirte conmigo o hacerte daño y arrojar toda mi rabia en tí. "Porque no dices nada". Y grita con la música mientras yo trato de perder sus reclamos. No me importa, no me debería molestar. Ya no estás donde esperaba. Ni tú ni yo. Ya no nos podemos encontrar. Yo lo supe desde antes. Cuando trataba entrar y tú no hacías más que apretar mi mano y hacerme regresar. "Una llamada", y todo murió. Él dice que no hay tiempo. ¿Qué puede quedar?. Yo no conocía nada y por eso esperaba sofocar tanta rabia.

Cuando la banda tocaba y él se quedaba escuchando, él no sabía que cada palabra me alejaba más.
Empecé a buscarlo desde hace mucho tiempo y sin querer pasó cuando menos esperaba. "No puedes decidir cambiar". Tú igual lo has hecho. "No puedes decidir". El cambio llega cuando está preparado para recibirlo, para aceptarlo. Pero es así, sólo cuando llega puedes decidir. Mientras tanto sólo puedes esperar y entender el precio de moverse de lugar, entender que no todos te podrán seguir y que algunos se tendrán que ir.

El tren ya no podía parar. Iba muy rápido. "You were moving too fast". Ella quiere parar pero no hay más. No hay vuelta atrás y ahora ella sigue mezclando el café, y está caliente. Ella mete sus dedos para comprobar lo que ya sabe, tendrá que esperar. Si lo toma se va a quemar. Y en sus labios ya no queda suficiente carne que pueda aguantarlo.

En la estación Jules empezaba a recordar el olor. La ciudad estaba lavada por la lluvia y el frío era intenso. "Me hace daño".

Automaten


"Es como si se opacaran tus ojos. Pierden brillo. Se nublan y no hay luz".

Cuando ella se abrió de piernas él no supo qué hacer. Se quedó de pié junto a la cama viendo esa inmensa mujer alta y de piel muy blanca tirada entre las sábanas con una expresión que no pudo más que provocarle temor. Temor de no proceder bien, de no tener idea qué hacer o qué decir.
Ella estaba esperando. A medida que el tiempo pasaba ella empezaba a extrañarle su comportamiento. "¿Qué pasa?". Él se queda inmóvil. En ese momento sólo quiere irse. En ese momento ella decidió que era humillante, que era mejor partir.

De pronto la edad era el problema. De pronto ella ya no era deseable. Vio en sus ojos un dejo de impresión, tal vez de asco o algo peor.
Ella era una gran ballena blanca. Eso era todo lo que él podía ver. A Moby Dick.

Él prosiguió, sin embargo, con todos sus temores. Ella fingió muy bien y él no esperaba más. Por lo menos se preocupó por no hacerlo sentir tan mal. Ella lo dejó en una esquina para que tomara un taxi. Ella volvió a su casa, hizo una llamada y regresó a su cama hasta el día siguiente.

Él llegó a su casa y durmió hasta el medio día.

Death

#1
Entre los edificios y los puentes hay islas de pasto y árboles verdes que adornan la ciudad y las avenidas. Sobre las copas de los árboles se alzan los postes de luz y energía cuyos cables negros y gruesos saltan peligrosamente en una parábola larga y negativa. Si pasara por en medio de los árboles, debajo de los cables, seguramente la electricidad me erizaría el pelo en toda mi piel. Si padeciera de unos anormales 15 centímetros más de altura, mi cabeza saldría volando desprendida de mi cuerpo, envuelta en humo y algo de fuego, por el aire, y mi cuerpo, decapitado, yacería en el pasto, expidiendo humo, con espasmos lúgubres de apariencia sobrenatural. Sería una escena poco agradable.

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#2
Qué pasaría si un día te quedaras clavada en el fondo del mar?
Qué pasaría si un día tus pies se volvieran pesados como rocas y descendieras hasta el fondo?
Sentirías miedo de tanta oscuridad?
Sentirías miedo cuando los peces y las algas te rocen la piel saturada por la sal? O cerrarías por siempre tus sentidos y tus ojos?

Qué pasaría si en el fondo pudieras escuchar sus gritos que llaman tu nombre?
Qué pensarías cuando sus anclas se clavaran a tus pies?
Serían capaces tus manos arrugadas de no dejarlos volver?
Qué pasaría cuando los hales hacia el fondo?
Compartirían la alegría de volver contigo?
Se quedarían para siempre respirando el agua y la sal del mar azul e índigo?
O desintegrarías la carne salada de tus manos aunque sus voces no volvieras a entender?

Qué pasaría si un día te quedaras clavada en el fondo del mar?
Te quedarías un poco más?
Me harías compañía, me hablarías de la superfície, del verde?
O tienes mucho afán por devolverte?
O es que este vaivén del mar no te deja descansar?

Picture #1 by Jeff Spirer, "Wall #3"

LA ORACIÓN DEL ATEO

Oye mi ruego Tú, Dios que no existes,
y en tu nada recoge estas mis quejas,
Tú que a los pobres hombres nunca dejas
sin consuelo de engaño. No resistes

a nuestro ruego y nuestro anhelo vistes.
Cuando Tú de mi mente más te alejas,
más recuerdo las plácidas consejas
con que mi ama endulzóme noches tristes.

¡Qué grande eres, mi Dios! Eres tan grande
que no eres sino Idea; es muy angosta
la realidad por mucho que se expande

para abarcarte. Sufro yo a tu costa,
Dios no existente, pues si Tú existieras
existiría yo también de veras.

Miguel de Unamuno

por A.M. BRIGANTI

brigam@gmail.com